Abatido tras la goleada, poco antes de abandonar Vila-real, Iñaki Williams manifestó que las palabras sobraban. Una opinión acorde al estado de ánimo propio, del equipo y, claro está, de una afición impactada. En días así, es verdad que no quedan ganas de escuchar explicaciones o justificaciones de los protagonistas. Pero de las declaraciones pospartido siempre se saca algo en limpio. Aportan una información valiosa, aunque a menudo parezca lo contrario porque el profesional, técnico o jugador, está aleccionado para tirar de respuestas de manual y no pillarse los dedos. Especialmente, cuando vienen mal dadas.

No era el caso en esta ocasión: un 5-1 elimina de forma automática el margen para recurrir a los paños calientes. En una derrota por la mínima o un empate, todavía; pero qué vas a decir, a qué argumento te puedes agarrar si recibes cinco goles, que no fueron más por chiripa y porque tu portero mantuvo el tipo.

El semblante y el tono que presidieron la rueda de prensa de Ernesto Valverde hubiesen encajado como un guante en la celebración de un funeral. Al hombre no le quedó otra que admitir la inferioridad de su equipo. Evitó hábilmente profundizar en los porqués, “no solemos conceder tanto” llegó a decir o “si te meten cinco es que has defendido fatal”. Ambas cosas son muy ciertas, pero rechazó refugiarse en las ausencias: “No quiero poner excusas”. Y quiso pasar página apelando a la obligación de reaccionar: “En el fútbol no hay tiempo para las lamentaciones”. Remató su intervención con una opinión chocante, pues aseguró que no apreciaba “una línea descendente”, cuando un rato antes concedió que estaban “en una mala racha”. A ver, se quiera o no, un punto de doce posibles en la fase decisiva del campeonato cuestiona seriamente el desempeño del grupo.

Hasta aquí, todo en orden. El capitán y el técnico, se esforzaron por no salirse del tiesto y, en líneas generales, cumplieron. Pero incluso en situaciones como la del sábado, que reclaman a gritos prudencia y humildad, así como mucho tacto para no introducir valoraciones personalistas, puede surgir una voz discordante. No es la primera vez que Ander Herrera hace gala de su pico de oro para contarnos una película que nadie más ha visto y aprovecha para desmarcarse de la debacle.

Según Herrera, contra el Villarreal todo se fue al carajo a partir del minuto 60; él salió del campo justo en el 59

Meses atrás tuvo la osadía de aludir a los tres “únicos malos partidos del Athletic” durante la temporada y, mira por dónde, tenían el denominador común de que él no participó en los mismos. Enumeró Girona, el Camp Nou y Balaídos. En la visita al Barcelona solicitó el cambio en el minuto veinte, nada más encajar el 2-0, alegando una lesión muscular que no le impidió entrar en la lista del siguiente fin de semana. Ni siquiera en el tercero que nombró, ante el Celta, estuvo implicado, dado que a su juicio ese día el desastre se circunscribió a la segunda mitad. Herrera actuó de titular, pero fue sustituido en el descanso.

Bueno, pues contra el Villarreal, según Herrera, todo se fue al carajo a partir del minuto sesenta. Desde su particular punto de vista, el Athletic se equiparó y hasta superó al rival en ocasiones hasta ese instante; el partido pudo caer de cualquier lado hasta ese instante; el mejor del Villarreal fue Reina hasta ese instante; el Athletic se rompió a partir de ese instante; hasta ese instante, el Athletic pudo ir por delante en el marcador.

En noventa segundos escasos ante el micrófono, Herrera remachó el clavo del minuto sesenta como punto de inflexión del encuentro hasta en cinco oportunidades, para que no hubiese la más mínima duda de que la tarde tuvo dos caras, en consonancia con el rendimiento del Athletic: una positiva que englobaría la primera hora y otra negativa, que se corresponde con la media hora restante. Herrera fue retirado del campo por el entrenador en el minuto 59. Vaya.

Posteriormente, soltó lo siguiente: “Yo nunca eludo la autocrítica, tengo que dar más, todos tenemos que hacerlo en el equipo y yo debo aportar más tanto en el apartado ofensivo como en el defensivo”. Menos mal que se ha dado cuenta. Lo raro es que no lo haya hecho el entrenador y le siga dando minutos tan alegremente, sin ir más lejos este sábado en que no se le vio el pelo, ni hacia delante ni hacia atrás.

Lo de la “autocrítica” de Herrera, con el añito que lleva y después del alucinante análisis que hizo de lo presenciado en La Cerámica o su gratuita elección de los tres partidos horribles perpetrados por el Athletic, no es de recibo. Una cosa es que sobre la hierba no haya respondido ni por asomo a la expectativa que pudo generar por su condición de fichaje estrella y otra que, encima, se dirija al resto de los mortales como si fuésemos idiotas.