Dulce melodía
LA ampliación del vínculo de Ernesto Valverde con el Athletic suscita una aceptación mayoritaria en el entorno del club. Sin necesidad de recurrir a sondeos, cabe afirmar que existe una corriente de opinión muy extendida que lo considera una persona idónea para el cargo que ostenta. Le avalan sus anteriores etapas y también la presente, pues la imagen transmitida por el equipo desde el verano básicamente resulta atractiva. Sin obviar determinadas cuestiones susceptibles de debate, se percibe una línea de actuación definida y, lo más importante, a fecha de hoy permanecen abiertas las dos vías, liga y Copa, que pueden conducir a un balance satisfactorio en junio tras varios años donde las expectativas no obtuvieron la plasmación deseada.
El momento escogido para realizar el anuncio no es casual. Además de que coincide con un par de resultados que interrumpen la peor racha de la temporada, la directiva de Jon Uriarte empezaba a necesitar un golpe de efecto, algo de fuste que compensase una inercia peligrosa que ha ido tomando cuerpo en los últimos meses. La constatación de que los problemas en el área deportiva se estaban acumulando y el prolongado silencio institucional, reclamaban una reacción. Ibaigane y Lezama tenían que salir al paso, atemperar un ambiente incómodo: en la calle, demasiadas preguntas sin respuesta; en los medios, un nivel de críticas paulatinamente al alza superada ya la fase de observación, el período de gracia posterior a unas elecciones.
Más que el “famoso rock and roll” al que ayer aludía el presidente, el acuerdo con Valverde evoca una dulce melodía, apropiada para apaciguar ánimos y el creciente escepticismo que rodea la gestión. De entrada, porque el futuro del entrenador era en sí mismo un tema capital y pendiente. Su figura constituye el principal banderín de enganche de la directiva, por no decir el único con el que es posible identificarse fácilmente dado el discreto perfil del resto de los técnicos contratados, y no hay que olvidar que Valverde se comprometió para una sola campaña, lo cual alimentaba cierta sensación de fragilidad.
De combinar cuatro años de mandato del nuevo gobierno y el plazo mínimo que implica un contrato anual del jefe del primer equipo, la verdad es que no sale una ecuación que ilusione o fomente la estabilidad. Esta cuestión se ve ahora subsanada de algún modo. Y no ha habido que esperar para ver hasta qué punto los gestores del club respiran aliviados y se apoyan sin remilgos en la figura de Valverde para legitimar su funcionamiento. Las valoraciones de Mikel González son muy ilustrativas al respecto.
El Director General de Fútbol aprovechó para asomar en escena y ofrecer su visión de la realidad que le rodea con una laxitud impresionante. “La mejor noticia que podemos dar”, fue su primera valoración y casi la única que se puede suscribir a pies juntillas. Lo que soltó en torno al estado del equipo femenino y el Bilbao Athletic fue un mero intento de restar gravedad a situaciones complejas. Dejó caer que el origen de los males es anterior, al subrayar la juventud de las plantillas, pese a ser evidente que el filial está pagando la inaudita improvisación que inspiró el relevo en su banquillo.
Una vez más eludió profundizar en materia de renovaciones, muchas pendientes y bastantes delicadas, deslizando que Valverde no ha planteado exigencias porque ya sabe cómo se está trabajando en estos temas desde hace meses. Pues, menos mal. La apostilla de Uriarte a este asunto concreto no tuvo desperdicio: “El acuerdo con Ernesto ha sido fácil, ojalá fueran todos así”. Sí, ojalá lo sean, algo que solo será posible constatar a partir de que se inicien los contactos y echen a andar las negociaciones consiguientes. l