¡Y Washington cerró su gobierno! 40 largos días de susto, incertidumbre, preocupación y cuestionamiento del papel fundamental de los servicios públicos esenciales asumidos o habituales. Finalmente, un parche con ruptura de disciplina de voto y fractura entre la bancada demócrata aporta una solución coyuntural con la promesa (una vez más) de que se negociará y debatirá un nuevo rumbo que marque una futurible financiación viable y suficiente de un renovado marco del bienestar. De momento, “alarmantes luces rojas, para Estados Unidos de América…” y para todos, un serio aviso.

En 1979, Michael Porter publicó un artículo (Harvard Business Review) ya clásico que ha inspirado el trabajo de todo estratega a lo largo del mundo, provocando una auténtica revolución en su Modelo y Análisis de “las 5 Fuerzas”, facilitando la atracción de inversiones, los elementos determinantes de la competitividad de las diferentes industrias, las tendencias y fuerzas que las definen, las industrias en las que las empresas deberían “competir” y cómo han de hacerlo y, en consecuencia, cómo deben posicionarse para su éxito.

Así, centrados en la “Rivalidad y competencia” existentes entre los diferentes jugadores en una industria concreta, definiría la manera en la que los otros 4 elementos o fuerzas clave han de interactuar: las amenazas sustitutorias de productos y servicios, las amenazas de potenciales nuevos entrantes, el poder de negociación con/de proveedores, el poder de negociación de/con compradores.

Análisis dinámico de 5 fuerzas. Hoy, con el paso del tiempo (como lo fueron sus aportaciones históricas) a las Cadenas de Valor, a la Clusterización, a las Estrategias de Creación de Valor, a la diferenciación y unicidad estratégica, al valor esencial de las “entidades facilitadoras” entre empresas, industrias y gobierno, el diamante competitivo (en sus diferentes espacios, geo economías locales y globales), la co-creación de valor empresa-sociedad, o el determinismo del progreso social más allá del PIB en el desarrollo económico, han ayudado a la transformación empresarial, industrial, regional a lo largo del mundo. Conceptos, marcos, modelos, que hoy asumimos con plena naturalidad y normalidad “como si siempre hubieran estado entre nosotros”. En esa línea, ya en 2010 dirigió un amplio estudio sobre la competitividad de los Estados Unidos, advirtiendo del profundo declive que la “Agenda Social y de Bienestar” lastraba “la agenda económica” de Estados Unidos.

Conviene recordar todo esto cuando por ejemplo, hoy observamos gravísimas “luces rojas” que preocupan, desde una más que aparente descomposición de la forma de hacer y dirigir la política estadounidense y su impacto (activo o pasivo) a lo largo del mundo, en una inquietante búsqueda de soluciones a una democracia amenazada, a un desconcertante comportamiento de diferentes fuerzas políticas de uno u otro signo, a un creciente desapego o desafección social más que aparente y a un más que preocupante modelo de gobernanza y liderazgo, de escasa credibilidad, dudosa eficiencia, baja calidad y más que cuestionable procedimiento democrático que respete las normas y logros preestablecidos. Contexto grave que se ve acentuado por las nuevas disrupciones y “revoluciones” que entendemos nos afectan y habrán de determinar nuestro futuro.

Volviendo a mi referencia inicial al modelo de las 5 fuerzas, rescato otro trabajo pionero y valiente del profesor Porter publicado en 2017 (“Why Competition in the Politics Industry is failing America. A strategy for reinvigorating our Democracy” - “Por qué la competitividad en la Industria de la Política está haciendo fracasar Estados Unidos. Una estrategia para la revitalización de nuestra democracia”). En su investigación codirigida con Katherine M. Gehl provocó una enorme preocupación general, múltiples discusiones internas en el “mundo económico-empresarial” más próximo al pensamiento estratégico empresarial de Porter, enorme malestar en el mundo político en Washington que se sintió reflejado en sus malas prácticas, enormes discusiones de su honorable deber de servicio público y de su “continua generación de un espacio propio y protegido alejado de la realidad del País y población que se suponía representaban y apoyaban”. Un documento disruptivo que alertaba sobre el profundo problema de alta complejidad, sistémico, que centraba la cuestión no ya en la cualificación o no de los políticos y gobernantes o en el error o bondad de políticas públicas concretas, sino en la fragilidad de un sistema que propiciaba una Industria política cerrada, sin condiciones de una competitividad abierta e innovadora. Denunciaba la aceptación generalizada del diagnóstico a la vez que la nula voluntad de transformación de los principales jugadores.

Porter y Gehl compartieron su diagnóstico con los principales protagonistas del mundo de política y gobierno estadounidense y encontraron un total apoyo y coincidencia con su diagnóstico y, sin embargo, ninguna evidencia de voluntad transformadora más allá de la constatación de que “este mundo es así, lo ha sido siempre, y resulta imposible cambiarlo. Entendieron que su diagnóstico iba más allá de la calidad y cualificación individual de los diferentes jugadores, o del acierto incluso del diseño de políticas públicas, o de la insuficiencia de recursos o de la alternancia en el gobierno, sino que se trataba de un profundo y complejo problema sistémico que afectaba a la propia “Industria de la Política”, por lo que decidieron abordar su enfoque desde el análisis de una “industria” más, específica y singular, a la que merecía la pena observar y analizar bajo la óptica por ellos dominada de “las 5 Fuerzas”, con los matices y adaptaciones en el difícil salto del mundo empresarial al de los gobiernos y ámbito político.

Reflexión de enorme impacto que, debidamente adaptada a otros espacios y realidades, dio lugar a iniciativas compatibles en otros muchos lugares del mundo, si bien es verdad que con limitadas aproximaciones de verdadero impacto pleno. Una de ellas cumple estos días 6 años desde su publicación en Montevideo. El Instituto de Competitividad de la Universidad Católica de Uruguay, bajo la dirección de Micaela Camacho y Roberto Horta publicó “La Industria de la Política de Uruguay. Una mirada desde la Organización Industrial”. En Bulgaria, liderado por quién unos años más tarde sería el primer ministro del gobierno de Bulgaria, Kiril Petkov, creó un “núcleo de transformación política” basado en los trabajos de Porter, “formó a futuros dirigentes”, creó su propio espacio político (continuamos con el cambio), ganó unas elecciones, y gobernó un proceso transformador en la compleja y dividida Bulgaria post soviética y en transición y entrada al “club” de la Unión Europea como Estado Miembro. Fundador del Centro de Estrategias y Competitividad de la Universidad de Sofía, formando gente en esta línea de estrategia transformadora. Miembros todos ellos de la Moc network for Strategy and Competitiveness creada por el profesor Porter y extendida a lo largo de 100 paises, lo que nos ha permitido, en su seno, proceder a estudios comparados con mayor o menor nivel de logro (y escaso poder transformador en nuestros respectivos paises).

Hoy, cuando asistimos al último episodio (de momento) del “cierre del gobierno” en Estados Unidos, observando la crisis de servicios generada, el profundo debate inaplazable de una escasa e irregular financiación de la enorme deuda americana, la creciente confrontación entre funcionarios y quienes no lo son, la duda racional de los servicios públicos que han de ofrecerse y los que no, el cuestionamiento del nivel, rol, y quienes han de asumir más impuestos. Cuando se pone sobre la mesa la pregunta de quienes están controlando y gobernando (desde fuera y vistos como representantes de sus propios intereses particulares y no de País), en el cruce de descalificaciones y acusaciones entre los diferentes senadores de uno u otro partido, aludiendo a la falta de peso de los representantes ordinarios y cuando asistimos a un preocupante liderazgo único e ilimitado del presidente electo y miramos incrédulos aquella otrora referencia democrática que creíamos visualizar en Estados Unidos, nos preocupamos por sus consecuencias y reflexionamos su extensión o no más allá de un gobierno y país concreto. Pero más allá del origen y extensión de su descomposición debería llevarnos a extender la mirada y acercarnos con honestidad, valentía, objetividad y decisión, a lo que nos rodea, a lo largo del mundo. ¿Esas luces rojas que detectamos y explicamos con facilidad en Estados Unidos de América son exclusivas de nuestros amigos americanos? ¿Y en casa?, ¿Y en nuestro entorno próximo del que creemos estar suficientemente aislados?

“Industria de la política”

Los estudios antes mencionados recogen con precisión el aislamiento de una “industria de la política”, de unos jugadores que, durante décadas (o mucho más) se han ido dotando de sus propias reglas y que han terminado aislándolos de lo que la sociedad parece sentirse alejada, entendiendo un espacio y normas aplicables por lo general, en su propio beneficio, que han generado “empleos y estructuras ficticias” sin el impacto social deseado, con un deterioro permanente de las normas de gobernanza, en un escasamente creíble mundo mediático condicionado por su interés y beneficio de parte, en una connivencia irregular con determinados jugadores de mercado (que miran, también, por sus intereses personales y particulares), favorecedores de una funcionarización suficientemente contestada y escasamente transformadora y que no parece encajar con las soluciones demandadas por Sociedades, cambiantes, enormemente exigentes (por lo general también de sus propios intereses concretos) y un “dejar estar”, confiando. que la coyuntura y el “peor hacer” de sus “competidores”, termine ofreciendo réditos para continuar en el mismo marco del que se forma parte. ¿Es este el verdadero escenario percibido?

¡Demasiadas luces rojas! Aprovechemos la oportunidad que nos ofrece el panorama ajeno para aprender y reflexionar sobre lo que tenemos y hacemos en casa. Quizás de esta forma evitemos un declive insuperable y, sobre todo, pongamos en valor la importancia insustituible de la buena gobernanza, de la fortaleza democrática y de la identificación con las sociedades necesitadas de buenas políticas públicas, de sistemas que lo posibilitan y del disfrute de un bienestar inclusivo y sostenible.