Síguenos en redes sociales:

Mesa de Redacción

Igor Santamaría

De tanto mirarse el ombligo

Tapados hasta las muñecas para no quemarse por el sol y extenuados, la playa Castell de Ferro irrumpía en su horizonte cual tierra prometida y a ella se dirigieron tras zambullirse en el mar como quien se lanza al averno esperanzado en encontrar una mano que le rescate. Los migrantes que alcanzaron el arenal granadino se toparon, sin embargo, con la prueba constatable de la deshumanización de la civilización de nuestros días. En vez de la reacción lógica de ofrecerles auxilio, calmar su sed y protegerles, no pocos bañistas se arrogaron un espíritu inquisitorial fajándose en inmovilizarlos para entregarlos a las autoridades. “Hay que estar podrido por dentro y tener muy comido el coco para atacar de esa manera a personas que acaban de jugárselo todo buscando una vida mejor”. No hallo mejor descripción que la de este tuitero para calificar tan bochornosa actitud xenófoba que ofreció la peor lección posible a aquellos críos que contemplaron semejante disparate. Como parte de una sociedad superficial y egoísta que nos invita a entregarnos a mirar solo nuestro ombligo, de aquellos barros llegan estos lodos. Porque ha sido nuestra impericia de no encarar con beligerancia suficiente los discursos de odio, y el hecho de no entender de dónde jamás vendrán las soluciones a nuestras crisis, lo que empuja ya a muchos a ser insensibles ante el dolor ajeno. Finamente, sus cabezas reposan en el trasero.

isantamaria@deia.eus