No sé si es el calor o simplemente la estupidez, pero cada verano se hace viral la mayor extravagancia entre grupos obsesionados en difundir en redes sus absurdas fechorías. Un año lo más era aguantar la respiración casi hasta perder el conocimiento, otro tirarse desde el balcón a la piscina, el desafío Fire Challenge animaba a rociarse alcohol por el cuerpo y prenderse fuego cerca de una piscina o bañera para poder apagarlo pronto. Varios jóvenes sufrieron quemaduras graves. El desafío de la canela proponía comer una cucharada de canela sin tomar agua con lo peligroso que resultaba el juego para los pulmones… y otros tantos desafíos que tratan de superar cada año un reto peligroso. Hasta ahora, sus hazañas les convertían en víctimas de su propia guerra por la popularidad. Pero este año el reto viral que se está haciendo popular tiene otro componente novedoso y malicioso. Lo último es defecar en las piscinas. No se puede determinar con certeza, pero ya ha ocurrido en 9 ocasiones en Sopela y 7 en Orduña, y no se trata de descuidos infantiles. Este desafío ya no reta la capacidad de hacer el imbécil de uno mismo sino que, desde el anonimato, perjudica al resto de bañistas. Piscinas cerradas y protocolos sanitarios para devolver la salubridad al agua mientras los causantes de la gamberrada cumplen su objetivo de amargar la tarde. ¿Se puede ser más imbécil y cobarde?