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El cheerleader de papi

Hay diplomacia, hay estrategia y luego está lo de Mark Rutte, el secretario general de la OTAN, que ha elevado el arte de la zalamería política a niveles solo vistos en realities de prime time. Lo último ha sido llamar “papi” a Donald Trump y asegurarle que “va a lograr algo que NINGÚN presidente estadounidense ha conseguido en décadas”. En mayúsculas, claro, que si se halaga a Trump se hace con entusiasmo tipográfico. El neerlandés ha protagonizado esta semana un episodio que haría sonrojar hasta al mayordomo más servil de la corte de Versalles. El secretario general ha decidido que la mejor forma de gestionar la Alianza es mimetizarse con quien más ruido hace. Trump ruge y Rutte aplaude. Trump amenaza y Rutte traduce. Trump quiere la foto y Rutte le pone el marco dorado. Fue tan ridículo su comportamiento en la cumbre de la OTAN que más valdría que alguien le recuerde al exprimer ministro neerlandés que no fue elegido para ser jefe de campaña del trumpismo, sino para liderar una alianza defensiva basada, al menos en teoría, en valores democráticos, unidad estratégica y cierta seriedad. Lo triste no es ver a Rutte lamiendo los zapatos a Trump. Lo preocupante es el mensaje que envía: que para sobrevivir políticamente en este nuevo ciclo, hay que halagar al líder más imprevisible del mundo con frases sacadas del manual de un animador de secundaria.