La Cumbre de Presidentes cumplió con las expectativas el pasado viernes. Mucho ruido, pocas nueces y otro sainete digno de La escopeta nacional. Tras el desplante de Isabel Díaz Ayuso al euskera y al catalán, Alberto Núñez Feijóo defendió el plurilingüismo del Estado y recordó que lleva la lengua gallega en el corazón. Lo hizo sin amonestar a la presidenta madrileña, que lleva años de campaña electoral. Primero para moverle la silla a su jefe y luego a Pedro Sánchez, a quien ya no le quedan dedos para tapar las vías de agua que le brotan en su casa. Lo cierto es que Ayuso hizo exactamente lo que la mayoría de los votantes del PP haría si en una tienda o un bar en suelo patrio alguien le habla en otro idioma. Algunos incluso se sienten frustrados cuando en el extranjero hablan español despacio y vocalizando de forma exagerada y se terminan preguntando cómo es posible que no sepan ni una palabra del idioma de Cervantes o creen que les están vacilando directamente. Sin embargo, un cargo público debe mostrar el máximo respeto en este tipo de situaciones, sobre todo en encuentros institucionales. En una entrevista publicada el jueves en DEIA, le pregunté a Xavier Sardá sobre la política catalana. “Estamos más sosegados, tenemos un presidente fantástico”, respondió. Sardá hizo una breve pausa antes de calificar a Salvador Illa y el viernes entendí que le parece bueno porque gobierna y no hace política de taberna o se mete en callejones.
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