Sánchez es un “seudónimo” de autócrata al que Europa le tendría que parar los pies. La categorización no responde al (poco o mucho) intelecto de quien escribe sino de la okupa de un ático de lujo en la comunidad que dirige. Tal desliz, en una soflama en la que habló de “porros y frutas” sin venir a cuento, solo podía transitar por la cabeza de Ayuso, que trataba de tildar al líder socialista de “sucedáneo”, palabro que apenas habrá leído en el bote de cacao y que manifiesta que lo mismo la presidenta madrileña sería de las pocas alumnas que no aprobaría la Selectividad (valga la acepción boomer). Porque si la (pseudo)izquierda española trata de desembarazarse de corruptos, fontaneras y demás familia, la ultra y (des)centrada derecha anda desbocada en pos de descabalgar al precio que sea al inquilino de Moncloa. Agitar el bulo del fraude del voto por correo ha sido la última maniobra de la guardia pretoriana popular mientras prepara un congreso ad hoc y otra parranda en la calle para brotar su ira contra la legitimidad de las Cortes o la constitucionalidad de la ley de amnistía, que dictará el TC. “Pretenden convencernos de que comprar un gobierno con privilegios, como no se prohíbe (en la Carta Magna), es legal. ¡Y yo digo que no!”. Y tan ancho Feijóo, cual pataleo en el patio del colegio (claro está, de pago). ¿Esta es la oposición que aspira a gobernar? ¿Es un sucedáneo? ¿O le buscamos seudónimo? l
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