Bilbao ha estado una vez más a la altura de las circunstancias y el mundo lo ha visto, como decía ayer el alcalde de la villa, Juan Mari Aburto. La final de la UEFA Europa League disputada en San Mamés ha dejado algunas imágenes para olvidar, como la rotura de algún mobiliario urbano o algunas actuaciones de energúmenos británicos que no pararon de beber cerveza desde que pusieron un pie en el aeropuerto de Loiu. Pero estos comportamientos destructivos afortunadamente han quedado en simples anécdotas. La afición británica disfrutó de la fiesta del fútbol y de la ciudad. Y las bilbainas y los bilbainos supieron corresponder. Habrá quien se quede con las imágenes de los británicos rompiendo un semáforo o la de algunos disturbios que se produjeron horas previas al partido. Pero yo prefiero quedarme con la de miles de británicos recorriendo las calles de la ciudad, disfrutando de su gastronomía, visitando sus museos... Y con las de los bilbainos y bilbainas dándoles la bienvenida. La capital vizcaina ha demostrado, una vez más, que está en el ‘top level’ de las ciudades. No somos Nueva York ni Londres, pero como dijo Shimon Peres: “Los pueblos pequeños no pueden permitirse la mediocridad”. Y Bilbao ha demostrado que es un territorio pequeño, pero con una marca muy potente. Juega en la Champions.