Es uno de los escenarios recurrentes en ucronías e historias de ciencia ficción donde el colapso energético a nivel planetario hunde a la humanidad y la traslada a siglos pretéritos. No sabemos valorar lo que tenemos hasta que nos falta, dijo alguna vez un sabio y lo ocurrido el lunes es buena prueba de ello. Y eso que afortunadamente la ausencia de energía tan solo se prolongó unas horas. De todas formas nos sirvió para darnos cuenta de que somos demasiado dependientes de la energía. Que sin luz en el enchufe nuestra vida queda paralizada en casi todos los terrenos y que no estamos preparados para vivir de nuevo en la Edad Media. Esa época en la que la movilidad se basaba en tracción propia o animal, la iluminación nocturna era local y dependía de las velas, el fuego era la única fuente de energía para cocinar y los ingenios que facilitaban de forma escasa la vida eran pura mecánica y fuerza hidráulica. Pregunta: ¿Cuántos de ustedes guardan en sus hogares velas suficientes o acumulan pilas para alimentar aparatos esenciales durante varios días? En nuestra loca sociedad acelerada, la ausencia de energía supuso el lunes un aldabonazo del que deberíamos aprender. Aunque me temo que no va a ser así. ¿Recuerdan cuánto iba a cambiar la atención sanitaria y las costumbres sociales tras sufrir una pandemia durante casi dos años? Respuesta: No ha cambiado nada. Decepcionante, ¿verdad?