Entre los tacos de pollo más saludables, la razón de que una tortilla de patatas destile un color verdoso, la longevidad de una mujer catalana que comía tres yogures al día, las bondades y perjuicios del ayuno intermitente o las tartas que no necesitan horno –por citar ejemplos tras un somero scroll–, las ediciones digitales de los medios se han convertido en una pasarela gastronómica que atropella las informaciones de notoriedad y que, una de dos, o te sacia solo de leerlas o te lleva a echarte una carrera frenética hasta la nevera. Aunque después abras –la noticia– y pinches en hueso, bien por la absurdez de los razonamientos, bien porque cuando tratas de dar con la clave del asunto llevas cincuenta líneas que son como el recipiente donde acaban los residuos de los alimentos. Es como los talent culinarios de la tele donde fichan al famoso de turno, al que adiestran previamente, para hacerte creer que cualquiera puede convertirse en un chef con estrella Michelin. Lo de mostrarle en los sitios web semejante avalancha de historietas relativas a la nutrición no obedece a que los periódicos estén preocupados por su salud y que traten de darle en bandeja el mejor consejo. No es más que otra de esas estrategias de captación de incautos que creen que alguna de las sugerencias les ahorra preguntarle al endocrino, o que se han hecho adictos a engullir esta clase de peligrosos fakes. Para una mente sana en cuerpo sano, harían bien en ponerse a dieta de tanto cuento.
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