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Mesa de Redacción

Arantza Rodríguez

La reparación trilateral

Los electrodomésticos de la cocina se han aliado, sin necesidad de cumbre trilateral, para descuajeringarse a la vez, como si interpretaran una performance alegórica al destartalamiento colectivo de esas que no hay dios que entienda. Tras una inspección ocular, el diagnóstico era claro: obsolescencia programada. Vamos, que los compré juntos y me la tenían guardada. A cada uno se le ha estropeado una chorrada, lo justo para desordenar los factores, alterar el producto y hacerme la pascua antes de la Semana Santa. Al frigo se le ha roto la goma y digo “se le” porque nadie, antes muertos que confesos, la ha tocado jamás para tirar de ella y abrir la puerta. Casualmente lo que dijo el técnico que había ocasionado la raja. El presupuesto era tal que donde antes veía una raja, luego, una simple estría. Total, sigue enfriando y hay que abrazar las imperfecciones para que la innombrable no me acuse de body shaming, lo que viene a ser criticar a alguien por su apariencia. Lo del lavavajillas fue un golpe bajo. Encima que le echo pastillas con bolita incrustada a precio de perla, abrillantador, sal y toda la pesca, me lo agradece con una piecita partida que impedía accionar el botón de encendido. Eso es mala baba. A apoquinar. A la lavadora la sacó de su hueco –lo que había debajo eran tierras raras, pero de las chungas– y le cambió la goma –para envidia del frigo– y la bisagra de la puerta. “Los niños se cuelgan para balancearse”, dijo el técnico. Sale más barato el Dragon Khan.

arodriguez@deia.eus