La futbolista internacional Jenni Hermoso declaró en la primera sesión del juicio que se sigue contra el expresidente de la Federación Española de Fútbol Luis Rubiales que “sabía que me estaba besando mi jefe y esto no debe ocurrir en ningún ámbito laboral o social”. Desde luego, la delantera dio en el clavo, además de lanzar una reflexión que debería hacer recapacitar a todos aquellos que se dejaron los nudillos aplaudiendo a rabiar en aquella infame rueda de prensa en la que Rubiales anunció que no se iba. Uno de esos pelotas del que entonces era todavía su jefe, Luis De La Fuente, fue el siguiente en pasar por la Audiencia Nacional. Dijo el seleccionador español, elevado ahora a los altares tras haber ganado la pasada Eurocopa, que hasta que no llegó a Madrid no fue consciente de la dimensión y que fue entonces cuando se enteró de lo del beso. Eso, y su presencia en ese gabinete de crisis en el que estaba pero no estaba, como él mismo nos quiso hacer creer, han puesto al buen entrenador riojano en la antesala de la imputación por falso testimonio. Sinceramente, no sé si mintió o no ante el juez, pero lo que sí sé es que él aplaudió entusiasta las torticeras explicaciones de Rubiales donde la mala era precisamente Jenni Hermoso. La lección a De La Fuente y a los muchos que actuaron ese día como él la dio Irene Paredes. Sí, fue una agresión sexual y no era para aplaudirlo, como así hicieron unos cuantos.
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