Este mes habrán tenido la posibilidad de comprobar lo que hay que rascarse el bolsillo para comer fuera. Hace poco, DiverXo saltaba a los titulares por convertirse en el restaurante tres estrellas Michelin más caro de España y subir el precio del menú degustación un 23%. La propuesta gastronómica del chef Dabid Muñoz pasaba a tener un coste de 450 euros, sin bebidas, frente a los 365 anteriores. Pero agárrense los machos, tiene una experiencia más completa, así la llaman, con vino, que supera los mil. ¡Sí que está cara la cesta de la compra en Madrid, sí! Por algo, los cocineros modernos hablan de sus platos como si fueran el invento de la penicilina. La cocina de altísima gama justifica sus costes en procedimientos complejísimos, innovadores, mucha mano de obra y demasiada tontería. Obviamente, este señor es libre de cobrar por su comida lo que quiera, si llena su restaurante. Sin duda, hay snobs que lo van a pagar, pero nunca dejará de ser una obscenidad. No voy a caer en el argumento futil de decir que mejor dos huevos fritos con chorizo. Desde luego que no. A mí también me apetecería tomar lo que él sirve. Pero cobrar por un menú casi la nómina mensual de un parado de más de 52 años es para hacérselo mirar. No parece al alcance de nadie con un salario normal y decente. Yo, sinceramente, cuánto más lo suba, más me ahorro. Quizá, ahora que lo pienso, igual me podría permitir el menú infantil.