Sí, lo sé, es un oxímoron, esa figura literaria que junta dos términos totalmente antagónicos y contradictorios para generar uno nuevo. Es lo que me ha venido a la mente después de que ayer fuera testigo de las Madalenas de Bermeo y comprobara que se puede divertir uno, pasarlo bien en cuadrilla, sin tener que desfasar y acometer demasiadas locuras.
La reivindicación de la teja y su procesión náutica hacia Elantxobe ha sido a lo largo de la cercana historia jaiera de la costa vizcaina causa de diversos desmanes y sucesos, muchos graves. Bajo el paraguas de que en fiestas todo vale, recuerdo aquella vez que volcó uno de los barcos de la comitiva causando una tormenta municipal en la villa o cuando, en 1995, un joven quedó tetrapléjico tras caer al puerto de Elantxobe y el Ayuntamiento fue condenado como responsable civil del accidente a 600.000 euros de indemnización.
La locura que suponía la invasión de descerebrados con el inicio del siglo llegó a poner sobre la mesa la desaparición de las fiestas más arraigadas. Afortunadamente, no ha ocurrido así. Es más, con regulación y sentido común por parte de las instituciones implicadas se ha conseguido domar el monstruo festivo que se genera cuando impera el exceso de determinadas sustancias bañadas en alcohol. Hay mayor control y seguridad en tierra y mar. También mayor concienciación social. Y se nota. Aunque siempre habrá algún desequilibrado. Eso será imposible erradicar.