La de hoy no ha sido una mañana cualquiera. Bermeo se ha despertado tempranísimo y vestida de mahón. Un azul marinero que todavía engalana esos cuerpos prestos para la fiesta. La de hoy ha sido una mañana singular, porque la villa marinera se ha echado a la calle (más tarde, a la mar) para celebrar sus particulares Madalenas, esa ceremonia de hermanamiento con Mundaka y Elantxobe en la que los bermetorras refrendan los límites de su pueblo. En esta ocasión, con motivo del centenario del nacimiento de uno de sus más ilustres vecinos, Néstor Basterretxea, también se ha homenajeado la figura y legado imborrable de una de las figuras clave en el desarrollo del arte vasco. He aquí unas pinceladas de cómo se han vivido las primeras horas de la fiesta máxima. 

10.30 horas. En Bermeo se respira una calma chicha, de esas que preceden a la tormenta. Las bandas de txistus y tamboriles ya se han echado a la calle. Anuncian algarabía y alborozo. Los chavales que suben y bajan las angostas vías de la parte vieja del municipio también. Portan sendas bolsas de plástico que dejan entrever elixires de la cebada y demás bebidas espirituosas: vino, ginebra, ron, güisqui… Nadia Nemeh Shomaly, la alcaldesa, repasa el texto que va a recitar más tarde en forma de declaración a los medios mientras se acerca a los labios una taza de café, servida en un bar cercano a la Goiko Plaza. Dice esto cuarenta y cinco minutos después: “Es sabido que en Bermeo tenemos muchos días de fiesta, pero algunos son mas queridos que otros y, sin duda, éste, el Día de la Madalena, es el más querido de todos”, asegura. En la jornada, cuenta la alcaldesa, se recuerda “hasta dónde llegan las goteras de los tejados de Bermeo”, pero, en esta ocasión, también se recuerda a “uno de los hijos más queridos de la villa”: Néstor Basterretxea. Para el escultor, según la regidora, la isla era su novia. Así se refería a Izaro. Este 2024 se cumplen 100 años de su nacimiento, razón por la que su figura está presente en la fiesta. Concretamente, en la teja que se arrojará a las aguas casi una hora después de estas escuetas palabras para los medios desplazados. Al meollo: la pizarra lleva impresa la escultura Izaro, símbolo del Parlamento Vasco. 

Fieles, protestas y potes en el puerto

Mientras la alcaldesa expresa su deseo de que las Madalenas transcurran en paz, los fieles atestan la Iglesia de Santa Eufemia. En las inmediaciones del portalón, un grupo despliega una pancarta que clama contra el proyecto de ampliación del Museo Guggenheim en Urdaibai y, ajenos a la liturgia y a las reivindicaciones, cientos de vecinos copan las terrazas de los bares aledaños al puerto. De los grifos emana cerveza sin cesar y se descorchan botellas de vino –tinto y, ¡cómo no!, txakoli– a ritmo de maratón. “Es que éste es un día tan especial... el que más me gusta”, comenta Olga Ojeda. Bermeotarra de pura cepa, la mujer promete vivirlo con intensidad, “de mañana a noche”. Junto a Olga, el gentío espera a la comitiva, encabezada por la primer edil, e integrada por políticas como Itxaso Atutxa, presidenta del Bizkai Buru Batzar del PNV; Elixabete Etxanobe, diputada general de Bizkaia; Leixuri Arrizabalaga, diputada foral de Cultura, Euskera y Deporte, la también jeltzale Jane Eyre Urkieta; Eba Blanco, secretaria general de EA, y dos miembros del núcleo duro de EH Bildu: Iker Casanova, portavoz de los abertzales en las Juntas Generales, e Inma Garrastatxu, exalcaldesa de Durango. 

La catarsis marítima

12.00 horas. La delegación, flanqueada por txistularis y tamborileros, arriba al puerto y toma asiento en el Hegaluze. Cerca, en las aguas, vecinos y vecinas han fletado medio centenar de embarcaciones; algunas llevan tiempo en las inmediaciones del islote, aunque son menos que las del año pasado, cuando la fiesta se celebró en domingo. Desde el murallón varios curiosos ondean pañuelos. Incluso hay quienes lanzan un irrintzi catártico al viento, como poseídos por la fiesta. La embarcación surca unas aguas poco mansas bajo un sol de justicia y, cuarenta minutos después, atraca frente a la isla. “¡¡¡¡Honaino heltzen dira Bermeoko Itoginak!!! [hasta aquí llegan las goteras de Bermeo]”, exclama la alcaldesa. La teja se hunde y, antes de que toque el fondo, la emoción contenida se desborda. 

Elantxobe se viene arriba

13.09 horas. El Hegaluze enfila el puerto de Elantxobe y los vecinos de este pueblo que cuelga del monte reciben a la comitiva a ritmo de rock. Un apiñado montón de barquitos salta de alborozo y desde el murallón, como siempre, algunos chiquillos presumen de torso esculpido y abdominales de infarto. Así recibe el pueblito costero a la regidora vecina, que hoy también es la suya. Recibe el bastón de mando del alcalde, Patxi Egurrola, con quien se funde en un abrazo. Maite Ahuria aplaude con ganas. “Estoy viviendo la fiesta como siempre, súper bien, es increíble y muy emocionante”, declara. Para ellas las Madalenas son especiales. En una de sus ediciones conoció a su marido, “nacido en Elantxobe”, hace ya 50 años. “Venimos a disfrutar y a reivindicar la paz, porque no nos olvidamos de la gente que está sufriendo, se duele, señalando una bandera de Palestina.