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Mesa de redacción

Jose Uriarte

Cuento de juventud

Quino, el genial responsable de las sonrisas y cabreos que todavía arrancan las tiras que dibujó, sugería dejar a los jóvenes inventar su propia juventud. Y lo sugería ya entrado en años, en esa edad en la que ante el esfuerzo para recordar la juventud propia hay quienes pretenden vivir la de los demás, y consciente ya de que, como exclamaba Mafalda, si uno no se apura a cambiar el mundo, el mundo lo cambia a uno. Pero, adultos empeñados en su adultez, seguimos sin hacerle caso. Y aunque la juventud sabe lo que no quiere antes de saber lo que quiere y mucho antes de saber lo que otros quieren de ella, quienes ya no somos jóvenes contamos la juventud ajena como nos gustaría que fuera. Prueba evidente es esa encuesta de inserción laboral de los universitarios que ha elaborado Lanbide. Según la misma, el 88% de ellos tiene empleo a los tres años de graduarse y además con un salario neto medio de 14 pagas de 1.751 euros. No seré yo quien lo desdiga pese a que la estadística sea la ciencia matemática menos matemática de las ciencias, capaz de asegurar que usted y yo tenemos coche si usted tiene dos y yo, ninguno; pero es muy posible que los resultados del análisis tengan algo de Mark Twain. Y no porque algún graduado pueda incluirlos en el género del cuento, que quizá, sino porque fue Twain quien dijo aquello de que no hay nada más pesaroso que un joven pesimista... a excepción de los viejos optimistas.