Hay quien atribuye la cita a Fenelón, arzobispo católico francés y preceptor real de cuyo puño y letra surgió, sin embargo, la más acerada crítica a la monarquía encarnada por Luis XIV ya mucho antes de la Revolución Francesa. Hay quien pospone la paternidad de la frase hasta Robespierre y quien sitúa su origen en el periódico Le Vieux Cordelier de Desmoulins, amigo y compañero de revolución al que aquel envió a la guillotina. Y habrá, como en todo, quien le dé el valor único de haber sido acuñada en moneda durante décadas hasta que el euro y sus consecuencias adquirieron curso legal. Liberté, Egalité, Fraternité. Respeto a la voluntad individual, igualdad ante la ley y buena relación entre personas. Es el resumen de los derechos humanos en tres palabras. Y quizá lo diga todo que se hicieran lema oficial del Estado francés en 1848, con la Segunda República, pero fueran prohibidas por el Segundo Imperio, el de Napoleón Bonaparte; adoptadas por la Tercera República y sustituidas por otras tres, “Trabajo, Familia, Patria”, durante la ocupación alemana y el gobierno colaboracionista de Vichy hasta que en 1946, tras la derrota del nazismo, las recuperó la Constitución francesa. Mbappé utilizó otras, pero en realidad vino a recordar a todos, como hizo escribir la Comuna de París en 1793 en el frontispicio de las casas -“Liberté, Egalité, Fraternité ou la Mort”- la alternativa que ofrece la ultraderecha. No solo en Francia.