SI las cosas siguen por este derrotero el culebrón del verano tiene pinta de acabar muy mal. Ingredientes no le faltan. Un convento, unas monjas rebeldes, una trama inmobiliaria, un barman obispo y un piso de lujo en Bilbao. Seguro que a lo largo de los días se sumarán más. Lo cierto es cada día nos regalan una nueva entrega y ninguna tiene el más mínimo desperdicio. Cuando parecía que todo acabaría con la entrega de las llaves, las monjas llamaron el pasado jueves a la Guardia Civil para rechazar a una delegación enviada por el comisario pontificio que pretendía acceder al interior para dialogar con las religiosas. A través de la madre abadesa sor Isabel, dejaron claro que “no eran bien recibidos” en el monasterio y que debían abandonarlo. José Ceacero, miembro de la Pía Unión erigido en portavoz de las monjas, ha insistido en que las clarisas ya no reconocen la autoridad del arzobispo de Burgos, Mario Iceta, al que acusan de estar intentando imponer el Derecho Canónico por encima del Civil como única forma de quedarse con los monasterios de las monjas, y también de urdir “una trama inmobiliaria”. Yo me he planteado estos días cómo estarían viviendo lo ocurrido estas monjitas acostumbradas al silencio y la nula exposición al público. Si serán fruto de la manipulación de un barman o de un obispo... Pero hay algo que me ha dejado tranquila. Cada vez que las veo salir en un medio público están sonrientes. Fíjense en el próximo capítulo, que lo habrá.