Lo de la Agrupación Ruiz Mateos o el GIL se quedará en anécdota si, como auguran los sondeos, irrumpe en las urnas la plataforma engendrada por el agitador Luis Pérez Alvise, un tipo que, además de jalear las manifestaciones ultras ante la sede de Ferraz, se erige en artista de la propaganda y los bulos en redes, como cuando informó sobre la muerte del joven electrocutado por la catenaria de un tren en Sevilla insinuando que habría sido “asesinado por un grupo de gitanos”. Bautizada su plancha como Se Acabó La Fiesta (SALF), más bien no ha hecho más que empezar, toda vez que la ola reaccionaria que asola Europa tendrá uno de sus epicentros en el Estado español, un seísmo de incalculables consecuencias y que, una vez abierta la espita, a saber hasta dónde puede expandirse la hemorragia y, lo que es peor, a ver quién y cómo procede a hacerle un torniquete. Hablamos del tipo que difundió de forma falsaria que la exalcaldesa Carmena había recibido un respirador personal en su casa en pandemia o un test positivo del entonces ministro Illa, por citar otras indecencias propias del alumno aventajado de Hermann Tertsch. Toda una ponzoña en la que compite con Vox por saber quién la tiene más grande (la desvergüenza) y que, si bien seguramente minará el caudal de votos de la derecha de Feijóo, contribuye a construir este ambiente tóxico donde el PP se ha prestado a ser protagonista. Lo llaman fiesta de la democracia y huele a funeral.

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