LA calle ha cambiado de dueño. Ahora es la derecha la que gasta suela y como era de esperar, siendo fiel a su definición, en algunos casos lo hacen con un empeño extremo. Los fuegos artificiales llegarán a su clímax el día de la investidura. No descartemos que ese día explote la caldera, que ya va bien cargada de rencor e inquina. Lo más llamativo en cualquier caso es que la armada diestra argumente que el acuerdo sobre la amnistía es el mayor atentado contra la democracia española de la historia. Como si no colearan todavía las tramas de corrupción sistemáticas de los dos partidos que se disputan La Moncloa o la del anterior inquilino de la Zarzuela, por poner otro ejemplo de desgaste del sistema político. O como si el gobierno de José María Aznar no hubiera mentido sin pudor con el humo del 11-M aún activo para ganar unas elecciones y casi veinte años después no haya mostrado el más mínimo arrepentimiento. Por no entrar en cuestiones como los GAL. ¿Está en peligro la democracia? Se diría que mantiene el tipo después de recibir tantos golpes. Lo que ocurre es que la democracia necesita reforzarse constantemente y desde luego eso no se consigue con acuerdos de tintes reaccionarios en comunidades autónomas que recortan derechos. Tampoco incumpliendo el Estatuto vasco. La democracia, al contrario de lo que algunos parecen pensar, no es un fin, es un medio para avanzar y se trata de dar pedales cada día.