EL verano avanza por los parámetros habituales a pesar de la piedra en la sandalia de unas elecciones generales a finales de julio. Días de ola de calor, caídas bruscas de la temperatura, la afamada medusa carabela portuguesa asomando los tentáculos en la playa, gente viajando por tierra, mar y aire, gente esperando con ansiedad su turno de vacaciones... Hay pocas novedades pero una de ellas es un clásico rascarasca del bolsillo este año, la subida imparable de los precios de la cesta de la compra, que en estas fechas suelen ceder el protagonismo inflacionista a otros grupos de consumo más triviales. Los datos que hizo públicos ayer el INE dibujan un escenario complejo tirando a desolador. Los alimentos subieron un 9,9% interanual en junio, el transporte bajó un 6,8% básicamente porque es imposible que el petróleo esté más caro que el año pasado y la vivienda se desploma un 13,3% sobre todo porque la electricidad y el gas han bajado del monte tras la intervención del Estado. Es decir, la cuenta del súper sigue por las nubes a pesar de la rebaja del IVA en los productos básicos que se acabará tarde o temprano y la energía da una tregua después de haber puesto contra las cuerdas en 2022 al personal. Pero ojo que tampoco es que se haya detectado por ejemplo un desplome de los alquileres de los pisos que facilite el acceso. Lo mejor en estos casos es mirar a otro lado y seguir cada uno a lo suyo, que en este caso es viajar y colaborar en el récord de tráfico del Aeropuerto de Loiu.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
