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Duele, es el Tour

Todo se antoja amarillo y sin embargo... Quizá fuera Jean De Gribaldy, más de tres décadas de ciclismo en el cuerpo y el alma, quien mejor llegó a verbalizarlo. El ciclismo no es un juego, uno juega al fútbol o al baloncesto, no juega al ciclismo, vino a decir desde los entresijos de la historia del pelotón. Sí, hoy todo parece amarillo, como si éxito y Tour fuesen lo mismo, pero el Tour no es el ramo de flores, la admiración absorta del aficionado, los 150 millones de telespectadores solo en Europa, los más de 220 millones de euros de volumen de negocio de ASO... El Tour es Chiappucci vomitando por encima del manillar en Hautacam y lloroso en su cama en Lourdes. Laiseka, 24 horas antes de ganar en Luz Ardiden, sufriente para llegar dentro de control y poder salir al día siguiente. E Indurain, tras sus cinco enormes triunfos, vacío por dentro en Les Arcs. O antes Gandarias, sacrificado su podium por un triunfo por equipos. Y Ocaña ensangrentado y ayudado por Perurena y Santamarina en el Ballon d’Alsace. Beloki, tendido sobre el asfalto en la curva del descenso de La Rochette. Delgado en llanto en La Croix de Fer el día que quiso correr por su madre, fallecida la víspera. Los ojos enrojecidos de Virenque el 18 de julio de 1998 en Correze, cuando Festina... Sin eso, sin todo eso y más, no sería el Tour. “Cuando te duele es cuando puedes marcar la diferencia”. Dicen que lo dijo Merckx.