Cuando quienes asumen un liderazgo anónimo y que nadie ha concedido de lo que erróneamente se denomina humanidad, la intelligentsia mundial, husmean ya los beneficios de cuestionar los efectos del desarrollo tecnológico y la eurocámara legisla sobre la inteligencia artificial y los controles biométricos que, dicho sea de paso, llevan tiempo retratando al ciudadano; resulta que ni las fake news son patrimonio de Twitter o Instagram ni Trump era un caso aislado. Y no hablo de política, economía o relaciones internacionales, sino del uso y abuso del medio por el hombre, entendido medio, quizá de forma equivocada, como instrumento de comunicación y entendido hombre, seguro que de modo engañoso, como individuo sin género de esa humanidad que decía. Aunque no lo parezca, se trata de fútbol, actividad vital omnipresente en la que el control biométrico es de uso común en los terrenos de juego y las gradas, la inteligencia es muy artificial, cuando no artificiosa, y te cuelan fake news cada vez que el móvil pita. Y lo hace como un árbitro. ¿Que a dónde quiero llegar? A Iñigo Martínez y a mi tocayo del Athletic, loco uno por Can Barça y el otro por liberar al presupuesto de una ficha porcentualmente muy alta. Vecinos y condenados a entenderse, ¿verdad? Pues, todo lo contrario, no hay quien la diga. Por el que dirán, el postureo y el control de las redes sociales. Y así nos va. Artificiosamente.