NO se haga ilusiones que, en cuanto la clase política dé carpetazo a estas elecciones, haga sus cambalaches y se tome un efímero respiro, no le dejarán ni tostarse al sol estival para calentarle con la madre de todas las batallas que se dirimirá en invierno, encendido ya ese gas que le costará sufragar. Pero sí, quedan horas para mandar a la papelera de la historia una campaña ponzoñosa donde ni siquiera ha sido protagonista el dirigente de turno que se hace el simpático, pisa asfalto, maneja el mocho, visita mercadillos y saluda a ancianas o promete que las personas serán el eje de su actuación. Completamente alejados de la realidad, les hemos tenido entretenidos vomitándose el pasado: unos, confeccionando listas con olor a naftalina; otros, hurgando en ellas para recuperar los apoyos que tanto les reportaban aquellas tragedias; algunos, rogando por el voto útil para alcanzar instituciones aunque la papeleta provenga de filas presuntamente opuestas a su ideario. Y los hay que han estado desaparecidos, seguros de que les guardarán a recaudo su cuota de poder, o los que han tenido bastante con que no afloren sus cuitas internas. ¿Qué sabe de la peatonalización de sus calles, estacionamientos, las zonas verdes o los proyectos socioculturales? ¿Y de cómo mejorar la atención primaria, atajar la violencia machista, el bullying...? ¡O de cómo cuadrar su economía doméstica! Ya si eso, para la próxima. A ver si para entonces han bajado a la tierra. l
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