Hace unos días contábamos en DEIA la aprobación por parte de Bruselas de un plan lanzado desde el Ejecutivo español para impulsar en el Estado la industria de las baterías del coche eléctrico en el Estado. En la información, el Gobierno vasco valoraba de forma muy positiva la iniciativa, de la que estaba al tanto a través de sus contactos permanentes con el Comisionado del Perte del vehículo eléctrico, y confirmaba que Euskadi está bien posicionada en ese campo a través de la iniciativa público-privada Basquevolt y de las actuaciones que desarrollan diversas empresas en la CAV. Los más de 830 millones de euros previstos en el plan son una “gran oportunidad” para la economía vasca, según el Departamento de Desarrollo Económico, al que solo le faltó añadir que también es una obligación acometer inversiones en esa materia. La economía vasca no se enganchó con fuerza al sector de la automoción hasta que la tecnología invadió el coche. Sin petróleo y sin grandes marcas, Euskadi tuvo que conformarse durante décadas con ser el destino de la inversión de gigantes como Mercedes, Michelin o Bridgestone. Pero el calor de esas fábricas ha generado oportunidades en la industria de componentes y hoy es el día en el que empresas como CIE o Automotive abren fábricas en medio mundo. Fuera y dentro de Euskadi, estas empresas fabrican autopartes de gran valor añadido y la nueva frontera son las baterías.