EN casa de mis aitas hay un cuadro de una calle de París, creo. Al menos debería serlo porque hasta el marco parece parisino. Blanco y con un dibujo tallado en la madera que aventura una obra de arte. No hay trazos definidos, pero el lienzo tiene mucha vida, movimiento. Una calle ancha llena de gente y la ausencia de vehículos invita a pensar que es una imagen cotidiana de finales del siglo XIX o incluso anterior.

El caso es que después de verlo durante años, este pasado viernes dedique un par de minutos a observarlo. Y en primer plano, sin gran definición, aparece un niño de espaldas con una camiseta del Athletic. A ver, no sé si el pintor o pintora, contemporáneo por supuesto, se permitió una licencia, un guiño al Athletic, o si es pura casualidad. Pero al ver los trazos verticales rojos y blancos me acordé de Nico Williams. Y dos segundos después pensé en qué significa el Athletic para mí.

Les diré que siempre quise vestir esa camiseta y nunca pensé que además te pagaran por ello. Hablo de un tiempo en el que los jugadores no cobraban los sueldos actuales. Pero hoy mis hijos ven en las redes sociales del demonio la vida que se pega el futbolista más mediocre. Todo eso lleva, creo, a enturbiar la percepción que tenemos de los futbolistas. Exigimos que brillen en el campo al mismo nivel que en las imágenes que cuelgan o cuando negocian la renovación y la decepción cuando no lo hacen es mayor. Y, sin justificar a los que acosan en las redes, no puedes evitar pensar que tú sí que sabes lo que significa la camiseta del Athletic.