PARA el que no lo sepa, que haberlos haylos, estamos en año electoral. Además de porque toca, hay síntomas incontestables de que llega la hora de votar como el que se va a comprar un coche y algunos se decidirán el día antes o si te descuidas, en el propio concesionario. Es a estos a quienes van dirigidos los mensajes directamente proporcionales al número de pullas y sus intensidades. Será que en año electoral todo el mundo está muy intenso pero esto ya nos lleva pasando años: no importan las ideas, los programas, sino las emociones, el golpe de efecto y en cómo le perciben a uno por los mensajes de uno mismo o del adversario. Las mujeres estamos un poco hartas de que nos usen como herramienta electoral, algo así como lo siguen siendo las víctimas de ETA o el planeta entero, que habla como puede. Ahora te llaman machirulo y se acabó la discusión, al igual que se acababa cuando te llamaban nazi, al fin y al cabo ¿qué actos más abyectos se pueden llevar a cabo como los del nazismo? ¿Qué te pueden decir hoy para calzarte una sospecha que no sea machirulo? A uno le atizan así y ni defenderse puede, es como que a una la llamen fea, pues lo siento amiga, ya te han puesto una corona. Y no digo feo porque no, pese a los mensajes sobre la aceptación de nuestros cuerpos, con o sin sujetador ¡hartura!, que no se arregla lo mismo Patricia Botín que lo hacía su padre. En esto de apelar a las emociones dejen ya de utilizarnos con el propósito de hacer gracia, que ya viven como querían.
susana.martin@deia.eus