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Mesa de redacción

Susana M. Oxinalde

Los superpoderes

Los mortales asistimos entre el espumillón a este choque de trenes que siempre nos contaban tenía origen en las regiones periféricas, sublevadas y sediciosas para instalarse en el mismo centro de mando y entre los poderes del Estado. A muchos les suena a chino este escándalo protagonizado por un Tribunal Constitucional frenando la reforma de una ley en el Congreso, sede de la soberanía popular y con un rey haciéndose, una vez más, la rubia. El Poder Judicial está para el desguace después de años caduco por las resistencias de los de siempre y por los bailes de sillas que se adivinan tras el recurso político a, ni más ni menos, una votación parlamentaria. Cautelarísimo, inédito y chocante. El Constitucional, ese tribunal de garantías, puede tumbar leyes, pero ¿puede impedir votarlas? No parece que esté en peligro la democracia, pero la polarización política empapa al poder judicial abriendo una espita extraña bajo argumentos jurídicos que disfrazan la eterna lucha por los sillones del TC, obstruyendo de forma súbita su propia renovación y a instancias del primer partido de la oposición. Mira que llevamos meses viendo a los políticos atizándose para irrumpir los jueces en la tangana y saltarse la autonomía parlamentaria a la hora de votar la reforma de una ley mal planteada pero que siempre podría ser recurrida una vez aprobada. Los superpoderes se enfrentan en medio del galimatías y el ya cansino bloqueo, otra vez, en el horizonte.

susana.martin@deia.eus