ENTRE las noticias más peregrinas –e inquietantes– que he escuchado en las últimas semanas está la petición de la portavoz del Gobierno español, Isabel Rodríguez, para que los medios de comunicación reserven espacio para hablar del Consejo de Ministros, “igual que para el tiempo”. La responsable de ofrecer semanalmente una rueda de prensa para dar cuenta de los acuerdos adoptados por el Ejecutivo central siente que con frecuencia lo que recogen los periodistas de sus declaraciones “no tiene nada que ver con lo que se ha aprobado sino con el tema que esté de actualidad ese día”. A ella le queda la sensación de que cuestiones que son “realmente valiosas” no llegan a la ciudadanía. Moncloa ha tenido que matizar las declaraciones de su ministra portavoz alegando que no respondían a una propuesta formal del Ejecutivo, sino que se trataba de una idea lanzada en una charla informal. Pero ahí quedan, grabadas para la posterioridad. Porque la ministra ha mostrado un claro desprecio por la profesión periodística, que, según ella, tendría que actuar exclusivamente como portavoz del gobierno y sin embargo, tiene el valor –¡válgame el cielo!– de seleccionar las informaciones que considera que más interesan a la ciudadanía. Me recuerda a tiempos pasados, que mejor olvidar, cuando en las ruedas de prensa se leían comunicados y no se admitían preguntas. Ella, hablando consigo misma, así nadie puede hacer preguntas indeseadas.
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