AL PSOE le ocurre con la ley trans lo mismo que con la república, que le encanta monarquizarla fruto de, este sí, un conflicto interno. Corre la suerte de competir con quienes se apoyan en bulos de redes para desvirtuar su tramitación urgente excusándose en que, según palabras de Maroto, no es posible que uno pueda convertirse “de hombre a mujer en dos minutos” solo con pasar por el registro. Como si quien así lo decide da el paso por haberse dado un golpe fortuito con la mesilla de noche. Desde la derecha, la oficial y la que circula por Ferraz, también justifican la demora en que podría poner en riesgo la ley de violencia de género, algo de lo que la propia norma se blinda en su artículo 41.3. Tampoco es cierto que se elimine el permiso paterno para el tratamiento hormonal en menores ni que plantee un subsidio para las personas trans mayores de 65 años. Pero la política española camina en una realidad paralela que enfrenta a una sociedad que se ve despojada de recursos para defenderse. Por cada caso detrans que la caverna se empeñe en sacar a la luz, esta nueva ley puede salvar infinidad de infancias sin que nadie, ningún juez ni médico, determine identidades y así poder despatologizar su condición. Pero el derecho a la autodeterminación (en este caso, de género) es un término que trasciende ámbitos y provoca sarpullidos, mucho más irritantes en esa izquierdita cobarde. l
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