ESTÁ la cándida Europa triste mientras la extrema derecha avanza a pasos de elefante por sus latifundios. Y mira que de Italia nos esperábamos cualquier cosa con su política variopinta donde las velinas acunaban al primer ministro o hasta Ciccolina fue diputada por el Partido Radical. Pero lo reciente tiene mucho de escándalo, de miedo y aroma a cerrado, con una primera ministra que como todo buen ultra conoce la parafernalia, así sea a base de melonis, como lo explicitó en su vídeo la jornada de reflexión, diciéndole a todos los italianos que eso era lo que había, un par de ellos, dibujándose en la comparsa Salvini y Berlusconi, ese par. Lo bueno de que estas cosas pasen en Italia es que podemos encomendarnos al eterno oráculo del país transalpino, bien conocido por sus sistemas políticos fuertes pero débiles gobiernos. Pero lo del domingo no es producto de todo lo que los italianos han votado sino de lo que han dejado de votar porque haces la política o te la hacen, no vale lamentarse después de desencantarse; lo primero suele ser consecuencia de lo segundo, que no es más que esa apatía que aparece un día y al siguiente gobierna la ultraderecha con dos melonis. Ya no hay pornostars pero llega mucha política porno y a la espera de la fosfatina histórica de los gobiernos de Italia, hoy Europa huele más a años 40, a El Duce en jarras y a italianos que no saben qué ha pasado salvo que un día no fueron a votar y al siguiente les saltó en la cara el fascismo desde la tostadora… sempre piu.

susana.martin@deia.eus