CADA septiembre, en el marco de las fiestas de la Mercè, el correfoc invita a interactuar con el fuego y esa gente que danza por la calle disfrazada de diablo. Adivinen qué alto dirigente político tiene como pasión este legado cultural desde su juventud y a quien este domingo no le hará falta vestirse de demonio para parecerlo o, para no pocos, serlo. Dicen en la comarca de la Garrotxa que este año, y pese a recuperar la normalidad pospandémica, solo saldrá una decena de autobuses hacia la Diada, en lugar del medio centenar habitual, porque la “desorientación” es máxima. La baja voluntaria en el acto central del máximo representante de Catalunya y de los consellers de su formación no contribuye a que el independentismo halle la brújula. Al revés, facilita regalar titulares a quienes ya están acostumbrados a construirlos de antemano, a no ser que el fin de quien será protagonista de esta jornada reivindicativa sea presentarse como víctima por adelantado. Carme Forcadell, referente republicano que pasó por la cárcel, ya ha hecho una enmienda a la totalidad al posicionamiento del president al hacerle ver que la ANC, que ella comandó, está obligada en origen a presionar a los partidos y, por supuesto, al Govern. Pero Aragonès prefiere pasar la tarde en su huerto para ahorrarse el mal rato, o quién sabe si en Tabarnia, ese rincón que ha nombrado a Ayuso presidenta de este país ficticio en Madrid. l
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