HABRÍAS preferido que tu hija adolescente te dijera: “Mamá, quiero ser artista”. O, poniéndote en lo peor, youtuber, pero no. Lo que te suelta es: “Ama, quiero salir en fiestas”. Y quiere salir, claro está, con nocturnidad y sin tu compañía. Menos mal que el txupinazo es por la tarde, piensas, porque si no, no te daría tiempo a elaborar la lista de advertencias. Hasta ahora te bastaba con un “coge la sudadera por si refresca”, versión actualizada de la mítica “llévate la rebeca”, pero Aste Nagusia son palabras mayores. Tienes solo un día para preparar la estrategia. Teniendo en cuenta que, según un estudio de Stanford, los adolescentes ignoran la voz de su madre a partir de los 13 años, llevas varios predicando en el desierto. Así que hay que hacer un intensivo de potenciales peligros y protocolos de actuación. Desde los gérmenes letales de las tazas de váter hasta las agresiones sexuales, pasando por los comas etílicos, las drogas adulteradas o de sumisión, los fenómenos meteorológicos que pueden acabar en tragedia, los robos con violencia, las avalanchas, las salidas de emergencia bloqueadas, los bocatas con mahonesa... Ah, y la pandemia. A ver cómo condensas todo eso en lo que dura un vídeo de TikTok. Por si fuera poco este año hay que añadir a la retahíla los pinchazos. Le ofreces a la desesperada un bono de 9 fiestas de pijamas, pero no cuela. Así que no te queda otra que hacer café, trasnochar y gritar: ¡Pinchad música, malditos!

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