TIENE su lógica la llamémosla rebelión de la ministra Teresa Ribera contra la propuesta de la Comisión Europea de restringir el caudal de gas que llega a los hogares y las empresas. Sin tener uno muy claro si la respuesta de Ribera estaba escrita en el argumentario que maneja un gobierno que se precie para aleccionar a sus ministros sobre las cuestiones de actualidad, la voz en cuestiones de energía de Pedro Sánchez dijo lo que le corresponde a un Ejecutivo que se desliza por un tobogán en las encuestas. A un votante socialista indeciso, a punto de moverse unos grados a la derecha, le dicen que va a pasar frío en invierno y vaya usted a saber qué pasa. Las consecuencias económicas de la guerra de Ucrania son fruto de la hipocresía. Europa se jacta de ser el faro de la democracia, pero no le hace ascos ni al petróleo ni al gas de países que pisotean los derechos de sus ciudadanos y de los de otros países sin ningún pudor. Así que el Viejo Continente que no aprende se encuentra cara a cara con su doble moral: no puede mirar hacia otro lado ante la invasión de un vecino, pero tampoco renunciar de raíz al combustible del agresor. Y toca pagar el pato a escote. No se han dado en décadas pasos decididos para reducir el peso en la economía de los combustibles que no tenemos y ahora hay que acelerar todo lo que se pueda, sabiendo que va para largo. Mientras tanto, cada uno tendrá que ser cauteloso con el consumo energético, porque me temo que los soldados rusos no se van a coger vacaciones.
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