A venganza es un plato que se sirve frío, dicen. Pues ahora que han bajado las temperaturas y el ómicron está que se sale, ha llegado su hora. Después de arrastrarse por los pasillos suplicándoles un beso a sus hijos preadolescentes, tómense la revancha y háganles ustedes la cobra. Sin acritud, solo por el bien de la salud pública y la economía mundial. Bueno, y también para que sepan qué se siente cuando te quedas con los morritos apretados al aire, como si fueses una teenager grabando un TikTok en el espejo del váter, mientras ellos rehúyen de ti como si fueras el deltacron. Desde que se han reanudado las clases, yo, al menos, les doy hasta las buenas noches por whatsapp. Lo que sea con tal de llegar sana y salva a la tercera dosis. Oye, que no hay como que den positivo para que les entren de la misma unas ganas de achucharte y besuquearte que ni los osos amorosos. Y tú, vade retro, caminando hacia atrás a lo Michael Jackson hasta que consigues encerrarte en el baño. Me pregunto si tanto esfuerzo por no propagar el virus nos será recompensado con un bono familiar para comprar test de antígenos, ahora que están a 2,94 euros. También si cuando se acabe el alfabeto griego, pondrán a las variantes nombres de Pokémon, y si dejarán de retrasar la edad de jubilación para que los de la Generación X nos podamos presentar a MasterChef Abuelos o a La Voz Senior porque, a este paso, como mucho, a La Voz de Ultratumba.

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