S posible que la Navidad necesite más luz que nunca pero tiene las mismas sombras que siempre. Al tiempo que todas las capitales encienden la magia navideña, Vigo va camino de convertirse en la nueva capital de Papa Noel. ¡Tiembla Las Vegas! Con su cegador despliegue de bombillas, se corona como la más iluminada. Once millones de leds, tantos que, como dice su alcalde Abel Caballero, el chorro de luz se puede ver desde la Estación Espacial Internacional. Hay hasta un autobús turístico para apreciar en modo panorámico las guirnaldas y los adornos. Aunque, que yo recuerde, el portal de Belén no tenía neones. La Navidad es un gran parque de atracciones y el encendido es una invitación al consumo. Si uno se guía por el precio de la luz, las ciudades permanecerían en penumbra todas las fiestas, pero tras la crisis sanitaria y las restricciones, el cuerpo pide marcha y los ayuntamientos tiran de largo. Gasto desmesurado en dinero público y en energía para que tropecientas mil guirnaldas brillantes tapen las miserias diarias y den sensación de poderío. Madrid destina a esta partida tres millones de euros (más IVA); Vigo llega al millón y Málaga, por ejemplo, sobrepasa los 800.000 euros. Una carrera obscena de los alcaldes jugando a ver quién mea más lejos con el dinero de sus contribuyentes. ¡Cómo es posible que las ciudades más iluminadas tengan los alcaldes con menos luces!

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