E pregunto a qué mente demoníaca se le ocurrió la idea de crear los grupos de WhatsApp. ¿No había bastante con sufrir a los cuñados que ahora tenemos que aguantar otro purgatorio más en la tierra? ¿Qué puede salir mal en un grupo? Pues todo. Y si alguien ha tenido la brillante idea de bautizarle Txintxa Rabiña para mandar todo aquello susceptible de dar envidia cochina, es el acabóse. Se sacan las fotos que más pican al resto, y se desata el caos. Es como Los Juegos del Hambre en versión trolls y voyeurs dando por saco. Enseñan txuletones del tamaño de San Mamés, y practican foodporn. ¡Ojo! que no hablo de sexo sino de esa manía de hacer retratos a la comida y enviarlos. Otros se vienen arriba con el vino. ¿Se me habrá picado este Vega Sicilia? (Emoticono sonriente). Están los jubiletas que se van a la playa en día laborable. Y se regodean. Los hay que parecen GEOS y tan pronto están en la punta del Himalaya como buceando en Islandia. Todo el día, meme arriba, gif abajo. Lo peor es que ni se molestan en coger el chiste de la galería. Y pone; reenviado muchas veces. ¡Horreur! Además, el grupo es como una secta del siglo XXI. No puedes salirte nunca. Concha abandonó el grupo, chiva. A su lado, Judas era un puñetero aprendiz. Yo no sé cuándo piensa meter mano a este asunto el Tribunal de La Haya. A veces me cabrero, y borro todo el chat, pero en seguida me abduce y vuelve a la carga. Es el día de la marmota.

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