MIRAD al futuro con optimismo. Como si supiéramos dónde hay que mirar, dónde está el futuro y dónde está el optimismo. El mundo, millones de años después, sigue donde estaba. Nada ha cambiado. Los poderosos nos controlan desde sus burbujas inalcanzables. Nos muestran lo que podemos soñar, pero todos sabemos que esas quimeras son metas inalcanzables. Alguien dijo: "No esperes un golpe de suerte". Fue la mejor de las lecciones que nos pudieron dar. Nada de la camisa del hombre feliz ni de las hierbas que el pobre arrojó. La cruda realidad. Esa que dice que no conseguiremos nunca más de lo que nos merezcamos. Y a veces ni eso. Que nunca nos recompensarán en la medida que creamos justa. Que nunca tendremos nada más que lo que hayamos logrado con el sudor de nuestra frente (¿o era con el sudor del de enfrente?) Solo nos queda el humor. Y a veces ni eso. Cuando ves que la vida de uno de tus seres queridos llega a su fin, cuando compruebas que todo, o casi todo, por lo que habías luchado se desmorona, cuando sientes que no te valoran en la medida de tus posibilidades, entonces es cuando tienes que abrir esa espita que te libera. Esa que deja a los que te rodean con una mueca en su rostro porque no entienden lo que dices. Cuando te acuerdas de Yevgueni Yevtushenko y piensas: Y desea que, en el último instante, cuando al cerrarse huya la vida de tus ojos, tras la pared ría la gente, ría la gente a pesar de todo.

jrcirarda@deia.eus