S digno de estudio el vuelco que ha dado la política española por un movimiento mal calculado de Ciudadanos. El tablero murciano, quien lo iba a decir, ha generado un vendaval de inciertas consecuencias que como aspecto positivo ha puesto en segundo plano la cuestión catalana, que es tan plomiza como una tanda de penaltis sin fallos del delantero. Se diría, si fuéramos más inocentes, que el PP ha echado el anzuelo, C's ha picado y el equipo azul le ha dado un revolcón al naranja. No parece que sea el caso, aunque por el camino ya nadie escuche la misa de Luis Bárcenas. Se cumple un año del confinamiento y ya hemos interiorizado que la fiesta nunca será igual. Sin embargo, las cinco esquinitas políticas de Spain siguen a lo suyo, pura cuestión de supervivencia. Un día de estos nos topamos en el telediario con una manifestación de diputados en Madrid que protestan porque un grupo parlamentario plantea propuestas e ideas. Así que mientras esperamos el turno de la vacuna y que la que nos toque no sea puro veneno en un ejercicio cercano al juego de la ruleta rusa, asistimos a una batalla en la que el vencedor, el que queda en pie en los madriles, seguirá dando pedales en la bici estática o corriendo en la cinta sin moverse del sitio. Y todo ello a la espera de que llegue el maná de Europa, el rescate del gran hermano, dejando la economía al albur de los acontecimientos. Aunque ni a usted ni a mi nos importe ni un pimiento quién gobierne en Madrid.