A boda de BBVA y el Banco Sabadell se ha cancelado y es probable que nunca sepamos los motivos reales de la ruptura. Tan probable como que el matrimonio se consume dentro de un tiempo, cuando la cola del ratón note la fría llegada del invierno y la cabeza de león abra la puerta de su cálida casa. Los analistas han puesto el acento en la experiencia en fusiones de ambas entidades, pero todo apunta a que en este caso no han sabido entender cuál era su posición en la encomienda y el acuerdo no ha sido posible. Las preguntas que hay que hacerse ahora es si era necesario y a quién beneficiaba la operación. Las respuestas son complejas y hay argumentos para defender varias posiciones. Lo cierto es que la predisposición de Europa y en concreto del Banco Central del euro a alimentar la concentración bancaria llama la atención por el trazo grueso con el que se tiran las líneas. En Estados Unidos operan 8.000 bancos, la mayoría de carácter estatal, y no hay debate al respecto. Cada entidad tiene su mercado y, con mayor o menor acierto, es un agente de desarrollo económico y social. En Europa, y con más intensidad en el Estado por ese reguero de azufre que han dejado un puñado de bancos y cajas antes de entrar en combustión, la estrategia se centra en aumentar el tamaño de los grandes, dejando a un lado la labor de proximidad de los medianos y pequeños. Todo ello sin tener en cuenta el estado de forma de las entidades y limitando en cierta forma la competencia y sus beneficios para el cliente.