todos nos ha tocado, aunque a algunos se les oye más que a otros, o saben contar mejor sus problemas, o los medios les damos más aire... Pero a todos nos ha tocado la moral y el bolsillo la pandemia, como a muchos nos tocó (la moral y el bolsillo) la crisis de 2008, que duró muchos años y de cuyas consecuencias casi habíamos empezado a recuperarnos. Esta crisis de la pandemia ha contado con más dosis de solidaridad, de la gente y de los responsables políticos. No fueron pocos los que tuvieron que realizar la travesía del desierto de la crisis económica de la década pasada a pan (poco) y agua (menos), y no hubo demasiada solidaridad para con ellos. Es más, algunos de los que ahora levantan más la voz, no acompasaron sus tarifas a las circunstancias de quienes peor estaban. Lo mismo que cuando el cambio de la peseta al euro, por ejemplo, hubo quien aprovechó para convertir tan ricamente cien pesetas en un euro, sin tener demasiado en cuenta que esas cuentas no fueron equivalentes en las nóminas de casi nadie. Y, así, se nos tocó la moral y el bolsillo a muchos, que ahora somos interpelados para que secundemos peticiones de rescate: cuando la cosa va mal para ti, es tu problema; cuando va mal para mí, es nuestro problema. Hay muchos trabajadores de los más diversos sectores que lo están pasando mal; ahora, hace diez años y hace veinte años también: personas que las pasan canutas siempre, a las que les caen todas encima, y que son las últimas en ser rescatadas.