I Mayte Zaldívar sabía lo que escondían las bolsas de basura que Julián Muñoz metía en casa; ni Isabel Pantoja conocía los chanchullos con que el alcalde engordaba su cuenta corriente; ni a Ana Mato le llamaban nunca la atención los coches de alta gama tipo Jaguar que Jesús Sepúlveda aparcaba en su garaje; ni, por supuesto, Cristina de Borbón estaba al tanto de los fregados de su marido Iñaki Urdangarin... Y, cómo no, su hermano Felipe, actual rey, jamás se percató de los negocios presuntamente corruptos de su padre el emérito: nunca oyó hablar de los millones de euros saudíes que traspasaban fronteras hasta Zarzuela, ni vio la máquina de contar dinero de la que da fe su madrastra Corinna... ¿Cómo iba a mancharse él con tarjetas de crédito opacas que no solo usó su progenitor, sino también su venerada madre en estancias en Londres y hasta los nietísimos de esta? ¡Si al final la lista era la hija mayor! Porque, una de dos, o el actual monarca optaba por oír, ver y callar mientras se aprovechaba del emporio levantado en la Casa Real, lo cual le convertiría en un encubridor; o, desde luego, España tiene al soberano más despistado, panoli y autista de todas las realezas. Y, de paso, a una esposa, Letizia Ortiz, que debe haber perdido el colmillo periodístico dejando escapar tantas exclusivas en sus propios morros. ¡Como para enterarse de que un 1-O unos policías la emprendieron a golpes con votantes catalanes! Él solo ve la vida pasar.

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