IVIMOS tiempos de zozobra, críticos, y se mire al indicativo que se mire, la lectura genera preocupación por no decir desasosiego. Ocurre que por un lado se comparan datos de una situación totalmente atípica, casi tres meses con la economía cerrada, con un periodo de crecimiento como fue el año pasado. La actividad se ralentizó, pero los índices siguieron avanzando y lo hicieron además encadenando seis cursos de escalada. Así que cualquier análisis resulta frustrante y lo más recomendable es no darle muchas vueltas a los números. Hay que agarrarse a los pequeños destellos que despiertan el optimismo, que en estos momentos pasan por una menor caída en cuestiones como la producción industrial o una contención de la subida del paro. Tampoco hay que perder de vista al hecho de que el tejido productivo vasco tenga una estructura sólida. El traje en el que se mueve la economía de la CAV sigue siendo válido, es de calidad, y, aunque de la noche a la mañana haya encogido y nos apriete, basta con que un buen sastre lo reajuste para que vuelva a sentar como un guante. El recorrido innovador y tecnológico de los últimos años ha asentado una base sólida que ahora hay que seguir reforzando desde el mundo de la empresa con el apoyo de la administración. Hay que reconfigurar el traje para adaptarlo a la nueva realidad económica y laboral, hacerlo a medida del contexto sumando y sin caer en la tentación del ajuste laboral.