OMO viene ocurriendo desde hace un mes, el coronavirus nos dio la semana pasada otro revolcón, un baño hirviente de realidad en la sopa de datos de esta crisis, que añade ingredientes cada vez más amargos. El desplome del PIB español en el primer trimestre y las previsiones del Gobierno de Pedro Sánchez ponen los pelos de punta. Nos dicen que la recuperación será en forma de V asimétrica, que la caída tendrá mayor inclinación que la recuperación y que tardaremos más de un año en recuperar el terreno perdido. Algo con lo que ya contábamos, pero, aun así, el anuncio nos ha hecho temer todavía más lo que queda por venir. Mañana martes se conocerán los datos del paro y de la afiliación a la Seguridad Social de abril, más carnaza en la sopa, que generarán otro shock a pesar de que en La Moncloa aseguran que la sangría se ha contenido. Las cifras serán las que finalmente hablen y añadan nubes en el horizonte. Es lo que nos espera como mínimo y en el mejor de los casos hasta después del verano. Por ello, lo importante es generar el clima que permita que romper el molde en el que se está cocinando en estos momentos la economía y forjar uno nuevo que, además de garantizar que la sopa de datos tenga un gusto más agradable -la salida de la crisis-, también refuerce el tejido productivo para evitar otro colapso de estas dimensiones. Una tarea en la que hay que dejar que los gobiernos autonómicos tengan capacidad de decisión en su entorno.