COMO supriman la nacionalidad por dislates fonéticos o gramaticales, se quedarán sin votantes ni españoles. Hoy en día, que abunda la ortografía del pulgar, la que prima la letra más cercana al dedo y cuyas creaciones se propagan más allá del WhatsApp, va Vox y plantea realizar exámenes de castellano, en especial en los territorios con lengua cooficial, para garantizar la obligación de que sea vehicular y todos los ciudadanos lo conozcan. Como si los idiomas participaran en el juego de las sillas y uno excluyera al otro. Es probable que España se reduzca entonces a Valladolid, que según algunos estudios es el único sitio donde se habla perfecto, o a Medellín (Colombia), que otros expertos dicen que es donde se pronuncia el español más puro. Se queda uno con las maguas de meter a esa ultraderecha en una guaga o villavesa porque sus intenciones generan apechusque, y avisarles de que no se pasen un farrucu, ni un pelo. Que parece que están atopaus, no se enteran de nada, siempre atrochando por el camino más corto para contentar a su espectro, llevando a coscoletas, a sus espaldas, las ideas más surrealistas. A uno le entra pelete, frío intenso, de contemplar tanta chirrispituja -cantidad ínfima- de sesera. Mejor que vayan más de esmorga, de fiesta, que a veces parece que vienen de ella al abrir la boca. Obvian tanta riqueza y jerga lingüística, como esta, y se entregan tanto al cervantino, que solo ven gigantes donde hay molinos de viento.

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