AUNQUE la mayoría tiene esas características, hay pocos acontecimientos tan frustrantes como una guerra en la que no es posible trazar una línea anímica entre el bando bueno y el malo. Es lo que ocurre con la guerra comercial entre EE.UU. y China, en la que se acaba de poner la primera piedra de la paz. En el trasfondo del enfrentamiento está la pugna por ser la primera economía del planeta y ambos están usando toda la munición disponible para conseguirlo. La prepotencia yanqui, personalizada en la figura de Donald Trump, y la voracidad económica china se han encontrado en el camino y han saltado más que chispas. Los americanos están dispuestos a mantener su superioridad a cualquier precio y los orientales no hacen prisioneros y copian sin pudor, y sin respetar las reglas básicas del comercio, cualquier tecnología para ponerse a la cabeza del desarrollo. La Fase I del Acuerdo entre ambas potencias abre la puerta a un nuevo escenario en el que las empresas vascas tendrán mayores oportunidades de crecimiento y, si el terreno se sigue desbrozando con nuevos entendimientos, la segunda parte del año puede ser muy positiva para la economía vasca. Pero para que eso sea posible, por una parte, es necesario que Trump se dé cuenta de que en un mundo globalizado el América Primero no tiene sentido si a sus socios comerciales no les va bien y que, por otra, el Gobierno chino asuma que para participar en el juego del comercio internacional tiene que aceptar sus reglas.