NADIE ha ganado tras la demoledora factura en tribunales, ni siquiera Casado con su “el que la hace la paga” se ha sentido del todo contento por no verse el delito de rebelión en la sentencia del procés. Todos han perdido en un fracaso de épica y toga donde solo quedan los estragos de un fenómeno independentista tan sentimental como estancado, una política incapaz de superar la cuestión territorial, la cárcel como correctivo a las ansias de libertad con su chapuza unilateral y una sociedad dibujada a base de añicos en el siniestro total. Parte cayó en el “señuelo” de votar, según el Supremo, ese “pueblo” que nunca es responsable y mucho menos culpable de sus decisiones, al fin y al cabo, a ellos les convencieron, qué iban a saber. No hay epílogo, hay fracaso y estragos. Y otra vez el ventajismo político con la utilización de los protagonistas, otro señuelo, en plena reedición electoral. No fue un sueño, solo una escapada con final en sentencia de andamiaje legal y aroma político bajo la siempre aplastante supremacía de las leyes. Las batallas se ganan estudiando los mapas y esta la ha perdido una independencia que sigue pedaleando en la vieja homilía de la bici estática sin gps y ahora con cárcel y un Estado que tampoco gana porque sigue incapacitado para solucionar sus apuros. No hay final, son los estragos que sigue generando un problema de España entera. susana.martin@deia.eus