TIENEN algo los partidos alternativos, con sus consideraciones morales, su esponjosidad y su pequeña envergadura que los hacen ser como un borriquito suave y blandito. Los Plateros de la política pasan por el partido de los jubilados, el del cannabis o uno que se hace llamar Muerte al sistema y que aboga por el anticapitalismo y la paz del planeta. No me digan que no es una pocholada y dan ganas de plantarle unos besos en esos mofletudos programas. Estos se leen con cierta letra infantil y resultan monísimos sobre todo si estamos hartos de todos los demás. El Pacma cosechó una cifra nada desdeñable de votantes en las últimas generales: más de 300.000 votos al Congreso y más de un millón para el Senado. Ha pasado desapercibida la dimisión de su presidenta después de diez años mandando en el partido y acusada desde facciones internas de irregularidades que los críticos tachan de corrupción. Una década entera contra las matanzas en las plazas y el espectáculo se servía dentro. Le sucederá su marido, un señor que hasta entonces ostentaba la vicepresidencia de la formación bajo la la ley no escrita de Galapagar y el manual del buen caudillo o caudilla. La ínclita se va contenta por los históricos votos cosechados, tras una década larga mandando evangélicamente sin competencia. Con facciones acusándola de nepotismo y privilegios se jacta la borrica en su adiós desde su peana moral de haber terminado con el Toro de La Vega, su gran logro político. Una pochola histórica.susana.martin@deia.eus