SON como niños. Antes de empezar a jugar, ya conocían las reglas. Una nueva normativa que convertía el deporte de siempre en una competición con un final desconocido. Ya no habría un ganador y un pelotón de vencidos. Ahora priman las alianzas, las negociaciones, las cesiones y las concesiones. Pero no lo han entendido. “Lo que me propone es una idiotez”, se descolgó Pablo Iglesias para mostrar su enfado y decepción por la negativa de Pedro Sánchez a incluir en su gobierno a miembros de Unidas Podemos. El líder socialista, que ni con los escaños de la coalición morada obtiene la mayoría absoluta para salir investido presidente, dice que nadie le puede imponer personas en su equipo. Al otro lado del hemiciclo, Albert Rivera, cada día más ultramontano, muestra su faceta más infantil y se niega a mantener conversación alguna con el presidente en funciones, demostrando así que no entiende qué es el arte de la política. Por su parte, Pablo Casado también se cierra en banda y, recordando que Sánchez popularizó el “no es no” contra Rajoy, devuelve la moneda al candidato mientras masculla su propio fracaso. De Santiago Abascal mejor no hablar. Y así, entre unos y otros, tienen parado el país tres meses después de las elecciones. Quizás deberían aprender de la sociedad y los políticos vascos, que han hecho del consenso una autopista por la que viajar desde el presente hacia el futuro. No como ellos, que están anclados en el pasado.

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